lunes, 18 de agosto de 2008

Astrológica

Mi única preocupación era perder mis discos de los Beatles, así que lo primero que hice cuando me contaron que las cosas se iban a poner feas, fue empezar a meter los discos que cupieran en mi usb y en la mitad de Revolver llegó, con todas sus municiones, la de recursos humanos. Que la acompañara al primer piso, que ya no iban a necesitar mis servicios, que cuando uno se accidenta lo primero que hace es avisar al trabajo y no esperar a hasta las tres de la tarde, porque es bien sabido que a las tres de la tarde ya no hay quién se salve y… ese montón de mentiras aprendidas en sus rutinas de enterradora. Supongo que ya no serviría de nada explicar que lo de mi barbilla no había sido un accidente en el paso a desnivel de la trece calle, que lo que en realidad pasó es que camino al trabajo platicábamos de cómo el futuro y el pasado eran una de esas mentiras en las que nos quería hacer creer la industria de los astros, ella amante de esas artes siempre odió mi existencialismo y no entendía cómo alguien puede creer que todo lo que tiene son 20 segundos de presente y nada más; yo, a pesar de haber sido testigo de algunas “casualidades” entre el tarot y mi destino, no podía entender que sus astros me veían a mí siendo seducido por una morena de bastos, así que cuando una morena en un carro negro me daba vía y una sonrisa enorme, esperó el final de mi sonrisa, se puso histérica y después de pegarle al timón haciendo sonar la bocina se tiró sobre mí para morderme la barbilla, con el carro a media calle, golpeó de nuevo el timón llenando de piedritas de colores el interior del carro por su pulsera en explosión y se lanzó otra vez sobre mí besándome con una cara de cólera y miedo que no conocía. Después de mi barbilla sangrando, trece frenazos y dos semáforos en rojo, fuimos a dar a la sala de la casa en donde cobijados con Piazzola y unos vinos estuvimos en el cielo hasta las tres de la tarde cuando supuse que ya era hora de inventar alguna excusa para mi jefe.